Luego de su visita a Londres en octubre, Fran fue del otro lado del Canal de la Mancha nuevamente. Comenzó por Irlanda, puntualmente por Dublín.
La sensación que tuvo al arribar fue exactamente la opuesta a la que tuvo cuando llegó a Londres. Si bien no se considera un tipo especialmente nacionalista, varios temas históricos y sobre todo el tema Malvinas lo hacían caminar con cierto resquemor en aquella oportunidad. Buen, al llegar a la tierra de San Patricio, Brian O´Driscoll, Bono y Roy Keane sintió eso de que el enemigo de tu enemigo es tu amigo.
La República de Irlanda se fundó en el año 1949. Para los tiempos que se manejan por estas latitudes, esto es ayer. Durante siglos la isla estuvo bajo soberanía británica, a pesar de tener raíces culturales, religiosas e históricas muy distintas. Los intentos por independizarse fueron constantes, y recién ahí fundaron su república con independencia total del Reino Unido. Aunque no lo lograron totalmente, ya que seis distritos del norte –Irlanda del Norte– aún pertenecen al Reino Unido. La reincorporación de estos territorios a Irlanda era por lo que se manifestaba el IRA que llegamos a conocer.
La cuestión es que no se trata de un tema histórico que quedó en el pasado, sino que se palpa constantemente. Casi que forjan su identidad en contraposición a Inglaterra. Por eso es que es uno de los mejores lugares del mundo –buen, de los que ha conocido Fran– para decir que se es argentino.
Dublín es una ciudad intermedia, pequeña para ser una capital europea. Está dividida por el río Liffey, y a diferencia de lo que suele ocurrir, la parte de mayor poder adquisitivo se encuentra del lado sur. La ciudad está buena, más allá de que no tenga algo particular tan deslumbrante.
Igualmente tiene dos datos que son brillantes: el primero es que tiene la escultura más alta del mundo. Una onda Obelisco, pero más finita y petisa –el Obelisco es un monumento, no una escultura–. El segundo es que tiene el único puente del mundo que es más ancho que largo: el río no es muy ancho, y uno de los puentes tiene varios carriles por lado, y ahí tenés el resultado. Sería la 9/7 de los puentes.
El otro dato que le juega a favor es que se puede comer medianamente bien sin tanta plata en la calle. No es necesario caer en los kebabs ni en los arcos dorados. Hay sandwichs de pollo por dos euros que son una gloria. Encima te los hacen en el momento, en las tiendas que son una mezcla de bar de estación de servicio con maxikiosco y Todo por dos pesos.
La escultura más alta del mundo. El cielo, para variar, nublado.
Cómo no ser profeta en su tierra
La banda extranjera que más le gusta a Fran es U2, por escándalo. Logró por ejemplo que conozca un estadio de fútbol –el de La Plata– y no para ver un partido.
Por eso es que, en Irlanda, se interesó en ver qué significaban para la gente local. La verdad es que muy poco. Lo único que pudo ver es una pared celeste, en donde se dice que arrancaron a tocar en la calle –mito al estilo R*cardo Arj*na tocando la guitarra en la calle Florida.
Hasta le costó un montón conseguir merchandising como para llevarse un recuerdo, en una ciudad que tiene un montón de las típicas casas de recuerdos para turistas.
Guinness, la cerveza récord (?)
Un dato no chequeado dice que los mayores ingresos a Irlanda provienen de la exportación de bares irlandeses. Fran no conoce ciudad que no tenga uno, y tiene la teoría que existen en todas las ciudades del mundo –el comentario de “estuve en X ciudad y no hay un bar irlandés” llegando en 5, 4, 3…
El mito de los irlandeses tomando cerveza tiene su correlato con la realidad, ya que meten mucho bar. El tema es que tienen un horario por lo menos distinto al nuestro. Siete y media de la tarde cenaron y ya están chupando. Le meten varias horas, terminan borrachos, pero a las doce de la noche ya se cagaron a palos y están todos en su camita.
Uno de sus mayores orgullos es una cerveza negra, la Guinness. La verdad, a Fran no le produjo nada. A riesgo de recibir insultos hasta en cantonés, le gusta más la Quilmes Stout. A esto sumémosle que no suelen servir la cerveza muy fría en Europa, lo cual es trágico.
La cerveza que sí resultó ser un hallazgo en Europa, que allá no se consigue mucho, es la Carlsberg. Más conocida como publicidad de la casaca del Liverpool, esta cerveza danesa es lo más. De Zamora, obviamente.
Edimburgo, y nuevamente el tema de las expectativas
Luego de Dublín, Fran cruzó a la isla de enfrente. Edimburgo está un poco más al norte, y Fran se recagó de frío –mientras tanto, viaja rumbo a los 18 grados bajo cero de Berlín. Les manda saludos y dice que los quiso mucho.
Más de una vez se ha hecho referencia aquí al tema de las expectativas: Venecia y Londres son increíbles, pero uno espera mucho de esas ciudades. En cambio, de Bilbao uno no espera tanto, y se puede encontrar con algo impresionante. Eso es algo que modifica mucho la impresión que se tiene y que queda sobre una ciudad, más allá de muchos intangibles e imponderables, que suelen influir.
La cuestión es que Fran se encontró en Edimburgo con una ciudad inverosímil. No es grande, está dividida en una parte vieja y una nueva, que es del siglo 18… Tiene en el centro un castillo hermoso, una mezcla de los del Age of Empires II con el Playmobil. Además, su hostel estaba enfrente.
Prototipo edimburgués. Espacio verde, subida y casita.
Hay varias subidas y bajadas. Y las construcciones, tan facheras, antiguas y tantas, no las vio en ningún lado. Es realmente para hacer un cuento anacrónico. Tiene también parques y espacios verdes muy cuidados y estéticos. Y hasta un cementerio en el centro abierto 24 h –onda Farmacity– que es el epicentro de cuestiones de espíritus y demás. Por los sucesos inexplicables, Edimburgo es algo así como el Uritorco de Europa. Hasta en la Universidad hay una cátedra al respecto.
Acá también tienen sus diferencias con los ingleses. Pero, en contraste con Irlanda, pertenecen al Reino Unido, y muchas de las directivas llegan de Londres. Tienen su propio Parlamento, pero las funciones son acotadas. Tony Blair fue diez años Primer Ministro y Gordon Brown lo sucedió. Son los dos primeros escoceses que ocupan ese puesto, por lo que vienen medio agrandados desde ese punto de vista.
Si bien tienen la misma moneda que en Inglaterra, los billetes son distintos. Están más cerca de ser billetes de Estanciero que plata de verdad. Aunque si lo pensás, con dos libras te hacés
alto guiso.
Fran no vio, por lo menos en los últimos doce años, Corazón Valiente –pide que no lo puteen mucho–. Por lo que sabe, puede servir como un buen parámetro sobre el nacionalismo escocés. Él igual prefiere recordar la campaña de William Wallace contra Eduardo el Zanquilargo en el Age II.
Westminster es la catedral de Londres donde juran los reyes. Deben hacerlo sobre una piedra que es escocesa, y que los ingleses robaron hace como setecientos años. A mediados del siglo veinte, dos estudiantes escoceses la robaron en Navidad y la llevaron de vuelta a su país –aunque en el trajín se les partió al medio–. Pero fue devuelta a Inglaterra, y en la década del noventa hubo un retorno oficial de la piedra a Escocia. Igualmente, se supone que cuando jure un nuevo rey debe estar en Westminster. Si hay algo que no le entra en la cabeza a Fran y que suele no terminar de entender es todo lo relativo a la realeza. Tiene pensado empezar a leer Hola para estar un poco más al tanto de estos temas tan importantes.
La rotonda imaginaria
No sólo manejan por la izquierda y es todo un quilombo. Sino que además, tienen la siguiente genialidad.
Un punto blanco en el medio de la calle. En la esquina, escoceses cerveza en mano.